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Actualidad

11 Julio

2016

El desencuentro con las encuestas electorales

El desencuentro con las encuestas electorales

En este artículo intentamos describir los tres factores que explican el desencuentro generalizado con las encuestas electorales: el primero, ligado a los objetivos reales que tienen las encuestas electorales que se publican; el segundo, recoge diferentes aspectos metodológicos que habría que tener en cuenta y el tercero profundiza en las realidades cambiantes y la necesidad de adaptarse.

El objetivo de las encuestas políticas

El objetivo básico de una encuesta, y en este caso de una encuesta política, es describir el electorado y sus actitudes políticas, determinar qué parte de éste cumple unas características o qué ideas o creencias tienen sobre un fenómeno como una preferencia política o un candidato. Esta información normalmente debería ayudar a los partidos políticos a tomar mejores decisiones. Sin embargo, a veces el objetivo no es éste. De hecho, el objetivo de la mayoría de las encuestas políticas publicadas en campaña es ser noticia, vender periódicos o tener audiencia durante una hora antes del escrutinio. El titular de un posible sorpasso, acaba siendo mucho más "noticiable" que la mera descripción de los resultados. En otros casos, el objetivo es movilizar a un electorado o desmovilizar a otro. Sencillamente una herramienta de propaganda más.

La metodología

Aún hoy, la mayoría de encuestas electorales se hacen por teléfono, a excepción de las del CIS, que son presenciales, de las hechas a pie de urna y de algunas que se hacen vía Internet. Las presenciales, normalmente, son más caras, pues hay que mover equipos de encuestadores arriba y abajo y la productividad acaba siendo muy baja. Las hechas por internet siguen presentando sesgos, pues las personas mayores, sobre todo, son poco presentes en la red.

Al final, la encuesta telefónica, con todas sus carencias, es la más utilizada, pues, a priori, puede garantizar una calidad y una mayor representatividad de todos los segmentos de población votante.

 

Para conseguirlo, las empresas encuestadoras deben hacer selecciones aleatorias, llamar a los domicilios en diferentes momentos, buscar perfiles concretos que no están nunca en casa, ...

 

En esta fase del proceso hay una serie de controles de calidad, como por ejemplo: revisión de las entrevistas, rellamar a la gente para confirmar, controlar las duraciones de las entrevistas, etc. En cualquier caso, las empresas que se dedican a hacer encuestas deben conocer los riesgos, prevenirlos y poner medidas de control.

 

Toda encuesta que recoge información de una muestra de la población tiene un error que viene explicado por la selección aleatoria de la muestra, que se llama error muestral. Para un estudio para el conjunto del estado, 1.600 encuestas supondrían un error máximo del ± 2,5% en los resultados globales. Es decir, si saliera que el PP saca el 29% de los votos, el margen de error daría un intervalo del 26,5% al ​​31,5%, con un nivel de confianza del 95% (o sea, incluso hay una probabilidad pequeña pero real de que los resultados fueran fuera de este intervalo).

 

Ante las pequeñas diferencias entre los valores que las encuestas daban a PP, PSOE y UP sólo la existencia de estos errores ya las hace inservibles para extraer según qué tipo de conclusiones o titulares.

Esto es aún más evidente cuando el conjunto del estado hay territorios con comportamientos muy diferentes (Cataluña o Euskadi, por poner un ejemplo) o cuando la asignación de escaños es a nivel provincial. El estudio del CIS, que es el único que baja a nivel provincial con un error muestral aceptable, ha hecho 17.488 entrevistas en total, con unos mínimos de 400 entrevistas por provincia. Así pues, una encuesta con 800 ó 1000 entrevistas puede aproximar el porcentaje de voto de cada partido en el conjunto del estado, pero de ninguna manera puede asignar correctamente diputados con un margen de error razonable.

Llevar a cabo una encuesta es caro. Para un periódico o medio de comunicación es una inversión y evidentemente debe tener un retorno. Si se hace una encuesta cada día, hay que vender muchos periódicos para que salga a cuenta. Así pues, demasiado a menudo se acaba reduciendo la muestra que sería necesaria, se utilizan cuestionarios excesivamente breves que normalmente no pueden recoger toda la información necesaria para hacer buenas estimaciones.

Realidades cambiantes

En los últimos años, cada contienda electoral ha sido diferente. Aparecen unos factores que son claves, nuevos actores, nuevos temas de confrontación, ... Y las empresas que se dedican a hacer encuestas electorales deben ir adaptándolos a las nuevas situaciones incorporando las preguntas necesarias, incluso, si es necesario , "explorando" de una forma más cualitativa del electorado para entenderlo mejor.

En estas elecciones (2015 y 2016) han aparecido nuevos partidos políticos y también se han abierto nuevos ejes en los que los ciudadanos han de posicionarse y priorizar. Muchos son los ejes relevantes: la corrupción, la posición ante la realidad catalana, las políticas económicas, la confianza en cada uno de los líderes, la política de pactos que han seguido o el voto en negativo (quién no quiero que gane).

El voto incorpora aspectos racionales, pero también emocionales; algunas personas son muy fieles a los partidos que votan y no se lo cuestionan; para otras personas supone una reflexión de semanas y para otros es en base a las "papeletas que tiene en casa" o incluso del "pito-pito colorito".

Las encuestas electorales siempre marcan niveles de participación superiores a los que se dan en las elecciones. Esto es debido a que la gente que participa en las elecciones tiene una mayor predisposición a responder a las encuestas. El nivel de participación es uno de los aspectos que cuesta más de aproximar. Pero lo que es básico y necesario es poder aproximar el nivel de movilización del electorado de cada partido / ideología. Y entender qué es lo que puede hacer ir a votar o no.

En la mayoría de elecciones hay algún tipo de voto oculto. Los votantes de determinados partidos no se sienten cómodos de votarlo, mientras que los votantes de otro partido se sienten orgullosos y lo quieren decir y hacer saber. El voto oculto cambia y evoluciona pero siempre hay diferencias entre electores en la predisposición a responder en una encuesta.

Todo el mundo ha oído hablar de la cocina que se hace en las encuestas políticas. Esta cocina no es manipulación de la información, sino un trabajo técnico que supone asignar correctamente a los electores. En primer lugar, a todos aquellos que son indecisos, en segundo lugar a aquellos que no han querido responder y, en tercer lugar, aquellos que no han querido decir la verdad.

Para hacer cocina, hay que tener primero una muestra realmente representativa de la población y luego los ingredientes, que son las diferentes preguntas sobre los ejes relevantes de manera que se pueda asignar los encuestados en cada uno de los partidos.

Las series históricas sobre comportamiento de voto que tanto se han utilizado en el pasado han perdido validez ante realidades que cambian elección tras elección. Y estas series históricas son las que, en parte hasta ahora, daban ideas de cómo utilizar los ingredientes antes mencionados.

 

En resumen

 

Como ciudadanos, esperamos que las encuestas electorales predigan lo que pasará el día de las elecciones o al menos que lo aproximen. No tener en cuenta cuáles pueden ser las motivaciones reales de quien las publica, por un lado, y no conocer los límites del método empleado a la hora de aproximarse unos resultados nos hace perder la perspectiva. Por otra parte, los mismos responsables de las empresas que han hecho la mayoría de encuestas electorales asumen parte de la responsabilidad en no tener en cuenta la realidad cambiante. Así pues, mejorar en las metodologías empleadas es básico y necesario de cara a próximas elecciones.

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